Imagina que estás cenando en un restaurante argentino y pides un  bife de lomo término medio. Al poco tiempo, el mesero, muy educado y con una sonrisa, te lo sirve pasado. ¿Qué  harías? Quizá le exigirías que te lo cambiara por otro inmediatamente, y le reprocharías su falta de profesionalismo. O puede ser que empezaras a probarlo, y acabarás comiéndotelo sin protestar para evitar tener que enfrentarte al mesero y perder más tiempo.

Pero lo deseable es que no recurras a ninguno de estos dos estilos extremos de comunicación: el agresivo y el pasivo, lo ideal es que optes por el estilo asertivo, es decir, que llamaras al mesero con educación y, también  con la mejor de las sonrisas, le pidieras que te cambiara el bife de lomo pasado por uno término medio, como realmente lo habías pedido.

Existen tres tipos de comunicación: el agresivo, el pasivo y el asertivo. De ello depende nuestro éxito o fracaso a la hora de mantener relaciones satisfactorias con los demás.

La persona pasiva permite que los demás “la pisen”, es decir hace lo que le dicen sin tenerse en cuenta a sí misma. Sacrifica sus  opiniones y sus sentimientos porque cree que no son lo suficientemente importantes. Este sentimiento de insuficiencia puede ir creciendo, y puede dar lugar a una pérdida total del respeto hacia  uno mismo.

Lo anterior revela una baja autoestima y un sentimiento de inferioridad frente a otros. La gente pasiva es bien aceptada, pero desarrolla un sentimiento negativo de sí mismos.

En  el estilo agresivo predomina el ataque, la imposición, la acusación, la amenaza y, en general, todas las actitudes que no tiene en cuenta los sentimientos de los demás. El objetivo de la comunicación agresiva es  anular la opinión del contrario para no ser cuestionado o rebatido. Revela una falta de confianza en uno mismo y una opinión débil y poco fundamentada, quizá nadie les pisa pero la gente les huye.

La persona asertiva sabe defender sus intereses, expresar sus opiniones e impedir que los demás se aprovechen de ella. Sabe dónde finalizan los derechos de los demás y comienzan los propios, y puede calibrar la situación sin situarse por encima o por debajo de los demás. Esta actitud revela madurez emocional y racional que les permite tener un criterio firme y estable. La persona asertiva sabe aceptar y respetar otros puntos de vista y expresar los propios.

Podemos concluir que la asertividad es la capacidad para expresar opiniones, sentimientos y emociones, y para defender los derechos propios ante los demás sin agredir y ser agredidos.

Termino con una frase de Walter Riso:

Ni sumisión ni agresión, sólo asertividad.

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